Los amigos del escritor evocan sus diversas visitas a la ciudad
cortázar
La huella barcelonesa
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El próximo 12 de febrero se cumplirán 25 años de la muerte del escritor argentino Julio Cortázar. De todos los autores del boom latinoamericano, fue, sin duda, el más precoz en haber vivido en Barcelona, aunque no lo hiciera durante su vida adulta. Nacido en Bruselas en 1914, mientras las tropas del Káiser entraban en Bélgica a golpe de obús, a su familia -al ser Argentina un país neutral- le fue permitido huir primero a Suiza y luego a España. Por ello, como él mismo recordaba en una entrevista con Joaquín Soler Serrano en TVE, "entre un año y medio y los tres años y medio de edad, yo viví en Barcelona, hasta que en 1918, una vez terminada la guerra, la familia pudo volver a la Argentina". La ciudad quedó grabada en su subconsciente: "Tengo recuerdos pero no son precisos. Recuerdos que me atormentaban cuando era niño. Hacia los 9 o 10 años, de cuando en cuando me volvían imágenes muy inconexas y dispersas que yo no podía hacer coincidir con nada conocido. Se lo pregunté a mi madre: 'Mira, hay momentos en que yo veo formas extrañas, colores, como mayólicas con colores. ¿Qué puede ser eso?'. Y mi madre me dijo: 'Bueno, eso puede corresponder a que a ti, de niño, en Barcelona, te llevábamos casi todos los días a jugar con otros niños al parque Güell'. Así que, fíjate, mi inmensa admiración por Gaudí comienza quizá inconscientemente a los dos años". Después quiso recuperar esas impresiones lejanas: "La primera vez que vine a Europa en 1949, tomé un barco cuya primera escala era Barcelona. Y lo primero que hice fue ir al parque Güell. Naturalmente la imagen no correspondía. Lo miraba desde mis 1,93m., ya no con una mirada mágica de niño".
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Durante los años 60, 70 y 80, fue un asiduo visitante de la Ciudad Condal, y muchos le recuerdan. Por ejemplo, el crítico Joaquín Marco, quien fue su editor en la colección RTV de Salvat: "Causaba impacto por su físico: medía casi dos metros, tenía cara de niño, porque a pesar de su edad no tenía entonces pelo en la cara, a causa de una enfermedad que le retrasó los signos de la edad, no tuvo pelo hasta los 50 años, cuando se sometió a tratamiento. Le recuerdo hacia 1972-1973, llegando en una camioneta-roulotte desde Francia. Me explicó que había dormido en la plaza Lesseps: 'La vi tranquila, aparqué y dormí'. Él veía la autopista como medio de conocer gente". Sobre su aspecto juvenil, en sus visitas a Barcelona, bromeaba con la uruguaya Cristina Pero Rossi, que lo comparaba con Dorian Grey, ante lo cual el argentino replicaba: "Yo no me voy a despertar un día convertido en un anciano decrépito y asqueroso".
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En Barcelona vive actualmente el que pasa por ser su descubridor, el editor argentino Francisco Porrúa, ya jubilado, quien, humilde, nos matiza que "en puridad, yo no descubrí a Cortázar, como tanto se dice. Cuando llegué a la editorial Sudamericana, de Buenos Aires -propiedad del catalán exiliado Antoni López Llausàs-, ya había publicado los cuentos de Bestiario. Lo que sucede es que estaba la edición entera sin vender, bueno, había vendido 65 ejemplares, el resto estaba en los almacenes. Me advirtió la administración de la empresa: 'Este libro no se vende nada'. Comercialmente todo invitaba a no seguirle publicando pero yo les respondí que era un problema temporal y que había que mantener la apuesta por él. Y, efectivamente, Las armas secretas ya fue bien recibido". Porrúa se hizo íntimo amigo de Cortázar y Sudamericana fue siempre su editorial. López Llausàs fue caricaturizado como catalán avaro por Cortázar en una carta a Porrúa de 1968: "Anécdota catalana al caso: don Eugenio Xammar, traductor de El Doctor Faustus, editado antes de la era Porruana por Sudamericana, me contó en Viena que como el Old Man no le quería pagar el franqueo de la traducción, la hizo en papel cebolla 'y a un solo espacio', directamente a máquina. Avaro contra avaro, creo que don Eugenio le mató el punto de lejos a don Antonio. ¿No te parece una historia gloriosa?". Tan amigo fue Cortázar de Porrúa que le contaba los intentos de Carlos Barral para llevárselo a su cuadra. "La frescura de Carlos no tiene abuela. Mirá el telegrama que me encontré al llegar de Cuba: 'Presentarías novela inédita aún pendiente revisión premio biblioteca breve STOP pues tienes editoriales a tratar STOP contesta en condicional telegrama STOP confidencial carlos barral. / Este tipo es tonto o pirata a secas (...). Estoy un poco harto de este asunto con los catalanes".
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Cortázar también participó en la gestación de una carta de protesta de intelectuales contra la postura del régimen de Fidel Castro ante el escritor disidente Heberto Padilla, obligado en 1971 a leer en público una humillante carta de autocrítica. Una carta que se negoció e impulsó desde Barcelona y París. Juan Goytisolo cree que "el caso Padilla marca el inicio del alejamiento de Cortázar" de algunos de sus amigos barceloneses -que se convertirán en feroces anticastristas- pero también añade que "fue más negativa la actitud de su compañera de entonces Ugné Karvelis, una mujer terrible, la mayor intrigante que he conocido. Le contagió la hostilidad que nos tenía a muchos".
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Mario Vargas Llosa conoció a Cortázar en el París de los años 60: "Recuerdo que la Unesco celebró un concurso público buscando traductores: la número uno fue su esposa, Aurora Bernárdez, y el segundo el propio Cortázar; en ese momento les ofrecieron contratos. ¡La estupefacción que produjo que ambos los rechazaran! '¿Por que lo hacéis?', les dijeron. 'Es que preferimos ser temporeros y tener tiempo para leer y escribir', respondieron".
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[Xavi Ayén, LA VANGUARDIA, 27 de enero de 2009]
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susana rinaldi "habla" a julio cortázar
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